Otro año más nos toca presenciar como en el día de hoy, 8 de marzo, empresas y partidos políticos se ponen la careta morada y convierten una fecha histórica de lucha de los trabajadores en una fiesta estéril y totalmente asimilada por el sistema.
El Día Internacional de la Mujer Trabajadora se ha convertido en el día de la mujer, a secas, por no decir de la nada, ya que el feminismo hegemónico se empeña en seguir negando el sexo biológico, rozando los límites del absurdo. En el 8 de marzo ya no importa si eres una mujer, ni mucho menos trabajadora. Tratan de equiparar nuestros intereses con los de Ana Botín o la Reina Letizia, en un día festivo en el que las grandes empresas sacan rédito económico, y el Gobierno trata de rascar algún otro voto que le salve del desastre. Partidos políticos de uno u otro color, incluso altos cargos empresariales, han asimilado el discurso feminista como una moda que es, dejando a un lado la lucha y las movilizaciones que en su día protagonizaron el 8 de marzo en favor de los trabajadores, de todos los trabajadores, y de las que al parecer nadie quiere acordarse.
La deriva del feminismo y del 8 de marzo en estos últimos años se ha visto eclipsada por el movimiento queer, que se ha convertido en el feminismo hegemónico y ha arrasado incluso con el feminismo radical. En nombre de la diversidad, la ideología queer niega el sexo biológico, limitando la existencia de las mujeres a un mero sentimiento individual.
La división absurda del feminismo entre sexos, que enfrenta a hombres y mujeres e ignora la lucha de clases, ha dado pie a la degeneración de esta ideología, fomentando el borrado de las mujeres, el individualismo y la implantación de las “identidades”. La defensa del feminismo de postulados anticientíficos y dogmáticos ha hecho que cada día más gente reniegue de este movimiento.
Los mayores iconos del feminismo actual, la ministra del Igualdad del Gobierno de España, Irene Montero, junto con otros iconos pop de la política actual, como Yolanda Díaz o Ada Colau, son el mejor ejemplo de cómo el feminismo es una corriente liberal y al servicio del sistema. Tanto desde la corriente del feminismo radical como desde el feminismo más “institucional” promueven un mensaje que diferencia y enfrenta constantemente a hombres y mujeres, como si todo lo que se relacione con los hombres fuese negativo y todo lo relacionado con las mujeres fuese positivo. Promueven mensajes de odio hacia cualquiera que no se considere feminista. Si no eres feminista, se te acusa directamente de machista o reaccionario.
Las vividoras del feminismo están inmersas una realidad muy diferente a la de las trabajadoras de este país. Mientras ellas proponen medidas absurdas como el lenguaje de género, obvian las problemáticas reales existentes en nuestra sociedad como la conciliación de la maternidad o las mujeres que se ven forzadas a ejercer la prostitución para poder alimentar a sus hijos. La igualdad a la que aspiran es la de seguir explotando.
Tratan de justificar su discurso exagerando situaciones prácticamente inexistentes. Pretenden equiparar la realidad de la mujer en España a la de otros países mucho más atrasados en este tema, como si en España no hubiésemos avanzado. Es nuestro deber combatir ideas absurdas como la brecha salarial, el techo de cristal y todo el discurso hegemónico que justifica el sistema capitalista y trata de acabar con la unidad obrera y la lucha de clases.
Es necesario una apuesta firme por construir una igualdad real, que dé solución a todas estas problemáticas y apueste por la unidad de clase. Las mujeres obreras tienen mucho más en común con los hombres obreros que con cualquier mujer burguesa. Seguimos trabajando por construir una organización obrera que luche por la igualdad y por el progreso hacia un país libre de explotadores, por una España del trabajo.